Pedro Juan Gutiérrez escribe sobre Cuba como un perro que echa espuma por la boca. No hay postales, sólo instinto de supervivencia y sabor a sexo.  “Se escribe como se vive”, digo y el Rey de La Habana sonríe.

Por Rodrigo Quiroz Castro

Su voz no era como la del negro viejo que se ganaba la vida eyaculando sobre los asistentes al show. El escritor cubano Pedro Juan Gutiérrez, autor de Trilogía Sucia de La Habana ,tiene una  voz suave y profunda, tal vez como la del mar Caribe que contemplaba desde el octavo piso de su casa en Centro Habana.

Sus lectores saben que fue vendedor de helados, instructor de natación y Kayacs. Además de cortador de cañas, técnico de construcción y periodista. Ahora sus (nuevos y viejos) lectores sabrán que se levanta a las 6:00 AM para nadar en el mar “azulito” y que baila salsa con su hija Barbara Caridad, quien desde sus ojos de año y nueve meses lo mira con pupilas llenas de un sentido que no descubrió en Buda ni Changó.

SALUD ACERE

– ¿Cómo va acere (socio-compadre)?, dije mientras una cerveza me “pone sabroso” a las diez de la mañana en Chile. Pensé que podrías estar “templando” (tirando) y te podía interrumpir…
– “¿Qué…? No, no hay problema. Es cosa de ponerse de acuerdo”, dice muerto de la risa.

– Tus personajes corren y van al gimnasio a boxear ¿Está hora (diez AM en Santiago, ocho AM en La Habana) tiene que ver con eso?
– Me levanto siempre a las seis y pico de la mañana. Desde niño mi padre me enseñó a nadar de madrugada en el mar de Matanzas. Después practiqué boxeo, kayacs, voleibol. Adoro el boxeo, pero a los 52 años ya no la practicó. Me mantengo haciendo ejercicios de yoga. A media mañana salgo a mi terraza frente al mar y hago deporte. Cuando haces un trabajo sedentario como el mío – escribir, pintar- necesitas estirarte un poco.

– Pretendía que esta entrevista fuese un brindis a la distancia, yo con mi cerveza, tú con una botella de ron…
– Bueno chico, mi relación con el alcoholismo siempre ha sido muy difícil, sobre todo el período en que escribí la Trilogía Sucia. Ahora mismo estoy con unos días de abstinencia, hace poco bebí mucho y estoy purificándome, además se acercan las fiestas y sé que me voy a dar unos tragos.

– Tus personajes son hombres, mujeres y homosexuales de Centro Habana. ¿Por qué se mueven casi exclusivamente en ese lugar?
– Hace 16 años que vivo acá. Esta zona de Centro Habana, Habana Vieja es un lugar agresivo y marginal. Es como el Bronx en Nueva York o como el barrio de Malasaña en Madrid. En casi todos las ciudades la periferia es la marginalidad. En Centro Habana pasó lo contrario, el Centro es muy potente y las periferias son más tranquilas. Mis personajes se mueven aquí.

– ¿Cómo construyes los personajes femeninos? Magdalena en El Rey de la Habana y Gloria en Animal Tropical son cochambrosas (sucias), lucidas, violentas e irresistibles ¿compartieron contigo en algún momento?
– Todo eso sale siempre de la realidad. Yo soy incapaz de construir un personaje de la nada y dudo que haya escritores que lo hagan. En general cambio el nombre de las personas y las inserto en mis historias. El Rey de la Habana, por ejemplo, es una mezcla de dos personajes que en la vida real no se conocen. Magdalena por su lado y Reinaldo por otro. Yo los veía y hablaba con ellos, los observaba. Magdalena era una mujer muy linda pero a la vez muy sucia, yo no era capaz ni de tocarla. A veces la invitaba a comerse una pizza o tomarse un refresco y ella me contaba sus historias, las peleas con su marido, la venta de maní y la prostitución. Esa historia se me fue metiendo en la piel, tenía la novela metida en el subconsciente. Siempre trabajo con gente que existe lo que a veces me trae problemas, después leen mis libros y me dicen: coño, me utilizaste, carajo.

Una bailarina cantante del Ballet Le Parisien de La Haban Cuba.

-Pedro Juan se puede excitar con una mulata de cuerpo perfecto, “pura fibra” y también con una vieja desdentada de 70 años, hay una calentura extrema en eso…
-“Bueno a mí me ha pasado”, dice con risa. «Ni siquiera de 70 sino con una de 72 y con otra de 67. Eso depende del momento que nos puede hacer funcionar como una máquina sexual. La experiencia con la de 72 fue muy hermosa y la de 67 no fue cubana, fue una española de Galicia.

– ¿La libido es la energía más potente de tu literatura?
– Los seres humanos somos seres sexuales, no somos amebas ni lombrices. Hace muchos años que en Cuba se rompieron tabúes y prejuicios. La gente vive una sexualidad muy libre, aquí la gente habla de sexualidad y tiene diferentes parejas desde que son jóvenes. Por eso mi literatura es de esa manera, porque yo no estoy falseando nada ni haciendo propuestas, al contrario, la vida es la que me hace propuestas a mí y yo las escribo.

«Los seres humanos somos seres sexuales, no somos amebas ni lombrices. Hace muchos años que en Cuba se rompieron tabúes y prejuicios. Por eso mi literatura es de esa manera, porque yo no estoy falseando nada ni haciendo propuestas, al contrario, la vida es la que me hace propuestas a mí»

– Comenzaste a escribir la Trilogía el año 1994, esa fecha coincide con la crisis de los “balseros” que retrata la sociedad y una crisis personal. Estabas realmente jodido: “O escribía Trilogía o me suicidaba”, dijiste…
– Mi respuesta a esas crisis fue de mucha furia y rabia. Era una crisis total a partir de un divorcio personal muy dramático. Me quedé de pronto viviendo solo, sumido en una pobreza terrible, el salario mío equivalía a menos de tres dólares mensuales. Pasé un hambre indecible por la crisis social y estuve separado de mis hijos por mi historia personal. El proyecto político en el que había creído se convertía en sal y agua. Por eso hoy me siento tan defraudado que no me gusta hacer análisis político. Me lo preguntan con insistencia, pero a mi no me interesa, es como cuando te separas de una mujer a la que amaste mucho. En un momento dices: no quiero acordarme de ella nunca más.

-¿Por qué duele?
– Es muy doloroso y no hay porque estar insistiendo en las llagas.

– ¿Qué queda del muchacho que se la “meneaba” (masturbaba) en el malecón viendo a las parejas en el Pedro Juan de cincuenta y tantos, escritor exitoso reconocido internacionalmente…?
– Ha ido evolucionando. Si yo siguiera siendo el mismo de Trilogía, que desgraciadamente es muy autobiográfica, si siguiera tan loco como en los años 90 cuando escribí esos libros, ya me estarían dando electroshocks.

LA POESÍA DE LOS CARACOLES

– ¿Las bibliotecas que descubriste de niño te abrieron el mundo de las letras?
– En Matanzas (su lugar de origen) había dos bibliotecas muy bonitas. Antes de ellas descubrí la literatura por el mundo de los comics, tenía una tía que distribuía revistas y periódicos en un pueblito donde yo iba de vacaciones. Ahí vendí y leí entre los nueve y once años. El cine también me influyó, el norteamericano de los 50 y el europeo de los 60 –70. Después a los dieciséis años leí mucho a los narradores norteamericanos del siglo veinte, Truman Capote, William Faulkner, Sherwood Anderson. Esa gente me maravilló. Cuando leí “Desayuno en Tiffany’s” de Capote me quedé con la boca abierta y me dije así quiero yo escribir algún día. Este tipo parece que no está haciendo literatura, parece que es un tonto. Bueno, me llevó como cuarenta años el aprendizaje…

Portada del libro Trilogía Sucia de La Habana. Historias de Pedro Juan Gutiérrez publicadas por Editorial Anagrama.

– Walt Withman decía que cuando uno tocaba un libro podía tocar al autor al poner las manos sobre sus tapas. Ernesto Sábato decía que después de leer algunos libros uno ya no es el mismo ¿Qué autor fue decisivo en tu escritura y en tu existencia?
– Dos. Julio Cortázar y Franz Kafka. Ellos son sagrados y los tengo en un altar. Aunque me parece que no influyen directamente en mi obra, si influyeron en mi forma de ver el mundo. Incluso tengo un pequeño librito llamado Melancolía de los leones, que es un homenaje a esos dos escritores (N. De la R: es el único libro de Gutiérrez publicado en Cuba). Es un libro de ochenta páginas delicioso, elaborado lentamente a lo largo de doce o trece años…

– En esos textos debe ser más relevante el cómo se cuenta, más que lo que se cuenta
– Exacto. Son pequeños cuentos escritos al estilo de ellos. Melancolía es un libro hecho sobre la base de trucos y trampas constantes al lector que no se da cuenta donde está.

– ¿La lectura de Charles Bukowski influyó en tu escritura?
– No, conocí a Bukowski cuando redacté la Trilogía. Estaba escribiendo Sabor a mí (la última parte de la Trilogía) cuando un amigo me prestó algunos de sus cuentos y me dije: coño este tipo es interesante, pero jamás pensé en él como influencia. Conozco a Bukowski ahora porque Anagrama me ha dado todos sus libros. En mi opinión fue un tipo que se quedó estancado y se repitió incesantemente a lo largo de doce libros. Yo soy un tipo que evoluciona. John Fante, el maestro de Bukowski, es más interesante que el autor de la Maquina de follar.

– Trabajaste como periodista por 26 años. En prensa escrita, en Revista Bohemia y en programas de radio y televisión. ¿Cómo terminaron esos 26 años de periodismo “lame culos” donde te enteraste de cosas que no podías publicar?
– Tú tienes razón. 26 años de periodismo son mucho tiempo. Uno se cansa y se agota. Si no eres un oportunista descarado con un poco de vergüenza y de vocación periodística honesta, terminas hastiado por las concesiones que uno está obligado a hacer. Cuando publiqué Trilogía Sucia de la Habana en octubre del 98 la presenté en Barcelona y Roma. A mí regreso a Cuba me echaron del periodismo y no quisieron que nunca más trabajara en ese oficio. En ese momento la UNEAC (Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba) me apoyo mucho. Me dijeron: pues nada, dale p’ adelante que tu sigues siendo miembro de nosotros, eres un poeta y dale. Ese apoyo moral me hizo seguir escribiendo y pintando.

– ¿Qué le debe tu literatura a la poesía escrita en la adolescencia y al periodismo ejercido por más de dos décadas?
– Cosas fundamentales. El periodismo te acostumbra a planificar. Haces una investigación previa, unas entrevistas, ordenas todo cuidadosamente y al último te sientas y lo escribes. Tienes que ser muy bruto o tonto para no aprender nada en 26 años. El periodismo me permitió desarrollarme como un radar que está siempre captando todo, ese método de trabajo es fundamental y es lo que hago hoy. La poesía en cambio se escribe a mano, yo por lo menos la escribo así, palabra por palabra. No se me ocurre escribir un poema en un computador ni a jodida. Cuido las palabras, cada palabra busca su ritmo.

El periodismo te acostumbra a planificar. Haces una investigación previa, unas entrevistas, ordenas todo cuidadosamente y al último te sientas y lo escribes. Tienes que ser muy bruto o tonto para no aprender nada en 26 años. La poesía en cambio se escribe a mano, yo por lo menos la escribo así, palabra por palabra.

– ¿Cuál es el ritual de tu escritura?
– Escribo con tinta negra, con mucho cuidado, con una pluma de punta de fieltro (fibras finas de nylon) en una libretas escolares muy sencillas, con letra pequeñita. Escribo despacito, pensando siempre lo que voy anotando. Ahora estoy en un libro de poemas que se llama “Yo y una lujuriosa negra vieja”, tengo como sesenta poemas.. Pero siguiendo con “el rito”, yo voy cargando mi energía interior. Porque para escribir tengo una disciplina germánica. Me levanto en la mañana temprano con el cerebro fresco, tomo un café y me pongo a escribir con él estomago vacío, no puedo hacerlo borracho, lo bueno es escribir con el cerebro y él estomago limpio. Así genero bien. Trabajo de cuatro a seis horas y después hago ejercicios”.

– ¿De qué se trata tú ultima novela Carne de perro?
– Son cuentos concatenados como una novela. Aparece el conflicto entre las razas, la mezcla negra y blanca y la supervivencia, eso es una obsesión porque es la vida cotidiana aquí. La mezcla nos da la alegría y el baile para divertirnos. Tengo una niña pequeñita de una año y nueve meses que ya baila, da sus pasitos y se divierte mucho. Hace unos días me regalaron un disco de salsa neoyorquina y me puse a bailar solo en la sala, ella me vio y se puso a bailar conmigo. Ese mestizaje, esa alegría nos ayuda a resistir el mundo.

– ¿Cómo se llama tu hija?
– Bárbara de la Caridad, yo tengo cuatro hijos y ella es la más pequeñita…

– En tus libros aflora la santería y el culto por los orishas (dioses africanos) a través de personajes que le encienden velas y les ponen ron ¿cuál es tu relación con esa creencia?
– Como todos los cubanos tengo mi creencia. Algo muy privado que se desarrolla dentro de la casa, no somos de templos. Por suerte la religión católica aquí no ha avanzado por lo que nuestra espiritualidad es mucho más auténtica, privada y familiar. Yo tengo mi propia religión. Es una mezcla de creencias budistas, santería Yoruba y cristianismo.

– ¿Qué dicen tus creencias respecto del misterio de la muerte?
– Tu me perdonas pero ese es un tema en constante evolución del que no me gusta hablar. Hace ocho años no creía en lo que creo hoy. Muchos analistas dicen que la muerte aparece constantemente en mi obra. Es que la veo como algo tan natural como la vida. Algo muy orgánico que nos puede suceder en cualquier momento.

Hombre mirando hacia la calle desde un balcón de la Habanaa, Cuba. Historias de la Habana.

– Qué opinas de las nuevas generaciones de escritores cubanos
– No las leo. Ni lo que publican en Cuba ni lo del exterior. Incluso las rechazo un poco. Eliseo Diego, José Lezama Lima, Alejo Carpentier y el libro Tres tristes tigres de Cabrera Infante, son lo único que leo, tengo muy poco que ver con la literatura cubana e hispanoamericana.

-¿Por qué?
– Pienso que el idioma español tiende al barroquismo. Los escritores lo utilizan de una manera excesiva, pomposa y retórica. Muchas palabras para decir muy poco. Escribo en español, mi idioma, pero como si escribiera en inglés. Me llevó muchos años practicar ese estilo, pero creo que lo he logrado.

– Lezama Lima es un escritor fundamental…
– Lezama fue un tipo maravilloso que vivía muy cerca de mi casa a dos calles de acá, en Trocadero. No lo conocí porque murió el 76 y yo llegué aquí diez años después. Él era un caso, vivía sumergido en sus libros y su cultura inmensa en el centro del barrio de las putas (el barrio de Colón) sin tener nada que ver con ese mundo, él creaba sus propios mundos, como Kafka y Cortázar.

– ¿Subrayas los libros que lees?
– Los que me gustan sí. Ahora leo mucha porquería…y he leído tanto y escrito tanto que me pongo hiper crítico. A esta edad hago relecturas. Es muy difícil descubrir gente nueva.

– ¿Y la Pintura?
– Desde niño pinté. Pero mi padre nunca me dejó estudiar en la escuela de artes plásticas de Matanzas porque había que vender helados en la calle. Luego me fui al Ejército y ahí me perdí. Hace unos ocho años recuperé la pintura poco a poco. Hoy hago un “abstraccionismo matérico” muy experimental y sabroso, reciclo cosas que encuentro en la calle o en la playa: alguna soga, pedacitos de caracoles, arena. Para mí la pintura es todo lo contrario a la literatura. Las letras me dan mucho trabajo, porque es un ejercicio de reflexión y de análisis que me quita energía. La pintura es un relax…

Caballerosamente Pedro Juan me dice: “Ya llevamos casi una hora acere”. La conversación se diluye con ritmo de rumba. “Por fin acá hace un poquitico de frío. Con esto del calentamiento global estamos sufriendo mucho. El verano es de abril a octubre con 34 grados, pero ahora está refrescando con un frío sabrosito. Desde acá veo el mar azulito. Me voy pa’ la playa. Si alguna vez vienes para La Habana nos tomamos la cerveza que quedó pendiente».

Fragmento de texto publicado originalmente en el periódico electrónico Primera Línea el 27 de diciembre de 2002.