No hay como la primera vez que sientes la fuerza de una ola. No me refiero a las cientos de veces que te caes de la tabla y el mar te abofetea con sus toneladas de sal y tiempo. Me refiero a la primera vez que el mar deja que lo sigas en una unión más fuerte que todo. Esa vez es para siempre.

Creo que todos los que practicamos y vivimos el surf guardamos en el recuerdo la primera vez que sentimos deslizarnos. Una mezcla de adrenalina, miedo y unos segundos de la mejor sensación de la vida. Por eso la buscamos una y otra vez rigiendo nuestras vidas en función de las mareas.

Atardecer en la Puntilla de Pichilemu. Escenario ideal para historias de surf.

Afuera del agua sin poder creer lo vivido, el ser humano que acaba de correr una ola, piensa: «de esto se trata la vida».

Mi primera vez fue en La Puntilla de Pichilemu, que para mi es el lugar donde nací. Porque ahí fueron mis padres de luna de miel y nueves meses después vine al mundo. Ahí me engendraron, ahí fueron mis primeras vacaciones solo a los 14 años y ahí también fue mi primer viaje con El Rumba, un Peugeot 206 que se convirtió en mi primer auto.

Es decir, nací en Pichilemu y es uno de mis lugares favoritos del mundo.

Fueron mis primos los que me metieron al agua. Era tarde, hacía frío y quedaba poca luz. Con unos minutos de clase teórica, nos apuramos en meternos. Antes fui a cambiarme el traje que había arrendado porque tenía unos hoyos en la zona de las costillas. Afortunadamente alguien (<3) se dio cuenta que el traje estaba roto.

Entré al agua. Lo primero es mantenerte arriba de la tabla . Te caes, tragas agua, estás en otro estado. Todo es líquido en un momento. Pero ahí estás, aguantando los corcoveos de la tabla, y de repente, te gritan: «¡rema, rema, rema, ahora con todo…!» y ahí estás. La ola te levante y te guía y todo es velocidad, espuma, agua y viento en el rostro. Estás de pie y vas corriendo y miras a tu alrededor y abrazas el cielo, moviéndote sobre el agua…entonces la vida parece perfecta.

Finalmente oscureció y nos abrazamos afuera celebrando la primera vez. Todos teníamos ese rostro de niño alegre que juega. Era como el comienzo de la vida. Esa noche soñé con el ruido de la espuma y supe que me había enamorado del mar y que volvería a él el resto de mi vida.