Con la impronta de su editorial artesanal y hogareña, el argentino Eric Schierloh inaugura esta sección abierta a la creación independiente, autogestionada y colaborativa. “Sé que con oficio, voluntad y trabajo cualquiera puede editar”, dice.
Por Rodrigo Quiroz Castro
Eric Schierloh (1981) tiene una barba larga parecida a la de Melville, Thoreau y otros de los escritores que ama. No es difícil imaginarlo caminando por los bosques o sentado bajo el fresno de su casa en City Bell (en las afueras de Buenos Aires).
Fundador de la editorial artesanal y hogareña Barba de Abejas, Eric es editor, autor, traductor, diseñador, ilustrador, corrector, impresor, encuadernador, distribuidor y vendedor de sus libros. Además da clases en la Universidad Nacional de las Artes e imparte el Taller de Edición Artesanal (que este año dictará en Santiago de Chile), un espacio en el que comparte y contagia sus aprendizajes para que cada vez haya más editoriales artesanales.
En Estudio de contenido El Fuego, inauguramos la sección Creadores (Creación, Independencia, Autogestión y colaboración) conversando con este hombre que poliniza el panorama cultural con ideas que contravienen la producción seriada del mercado, tanto a nivel editorial como ético productivo.
-¿El nombre Barba de abejas de dónde surge?
-Es el nombre que quedó de una lista de unas 12 posibilidades. Es la traducción del nombre de una editorial electrónica que tiene base en Oak Park y Chicago (Illinois). Ahí fue donde conocí la obra de Theodore Enslin, un poeta que traduje y del que publiqué dos libros en Barba de Abejas. El nombre me pareció muy bueno y es además una suerte de homenaje y agradecimiento a aquel proyecto editorial.
-Tu catálogo es un rescate de saberes perdidos, ¿cómo lo armas?
-Las pequeñas editoriales tienen una fuerte impronta de autor. El catálogo se desprende del interés personal y de un hacer que utiliza todo lo que lee para producir nuevos textos y libros. Son lecturas personales muy ancladas en la literatura norteamericana e inglesa, y especialmente en ciertos autores que problematizan las relaciones con la naturaleza y los modos de producción capitalista. Me propuse, por un lado, traducir obras poéticas de grandes autores que no estuvieran disponibles en castellano, y por otro, traducir y publicar obras que por primera vez se trasladaran a nuestra lengua. Como el caso de Enslin, poeta de Maine que publicó unos 100 libros, vivió en los bosques y solía juntar madera para hacer bastones… Ted murió el 2011, por cierto, el mismo año que yo estaba traduciendo su poesía.
«Sé que con oficio, voluntad y trabajo cualquier persona puede editar sin necesidad de pasar antes por la academia. Solo basta la inquietud personal y el tiempo para que eso evolucione naturalmente. Sé que lo que vamos a hacer es difícil pero sé también que lo vamos a hacer bien, como decía Roberto Arlt, por pura prepotencia de trabajo».
-La relación del hombre con la naturaleza de una manera no capitalista no se enseña a las nuevas generaciones…
-En Argentina se publicaron estos autores en la década del 40 y 50, y se leyeron al menos hasta los 70. Luego hay una modernización del pensamiento y las corrientes filosóficas, si se quiere, y caen un poco en el olvido, aunque se los sigue leyendo de manera subterránea. Antes de 2010 hay ya una especie de revival a partir de algunas películas que reflotan esta literatura (Into the Wild es la más conocida). La editorial española Errata Naturae; por ejemplo, tiene una colección dedicada exclusivamente a la escritura sobre la vida en la naturaleza. Algo de todo esto fue, sin dudas, un envión que me sirvió para sacar adelante el proyecto editorial.
Siguiendo la huella de los creadores
-¿Cuáles son los autores que te han inspirado en este camino?
-Poetas argentinos de la provincia de Entre Ríos (lugar en el que nacieron mis padres) como Juan L. Ortiz y Arnaldo Calveyra. Thoreau y Emerson dentro del trascendentalismo norteamericano. William Carlos William, Enslin, Elliot y Pound. Todos ellos me han ayudado a construir la editorial, al igual que Ulises Carrión, un escritor mexicano que dedicó mucho de su impulso vital a estudiar la edición independiente cuando, por cierto, todavía no existía tal expresión. Ulises es autor de un texto fundamental que se llama “El arte nuevo de hacer libros”, donde reflexiona sobre el libro objeto o libro como artefacto producido a baja escala.
Herzog también es otro autor que me inspira mucho. En Barba de Abejas publiqué Caminar de bisonte, descansar de montaña, donde están las que para mí son sus mejores frases pensadas como disparadoras de proyectos. Werner es otro de esos que colaboró mucho en la creación de mi editorial. Siempre trato de estar detectando estas escrituras que desbordan los preceptos del mercado, la simple literatura…
-¿Qué consejos podrías compartir para la independencia y la autogestión?
-Dicto desde hace ya unos años un taller itinerante de edición artesanal porque para mi la edición es fundamental. Uno puede editar fotografía, pintura, escritura o contenidos… Lo principal es que cualquier cosa que hagas tenga una impronta personal, que en tu proyecto haya una exploración que demuestre que uno se enfrentó a problemas y que está dispuesto a luchar con esos procesos en la construcción de algo. No sucumbir al ideal de la perfección. Hacerlo con el mejor oficio posible, y sin renegar los procesos, de los pasos necesarios para obtener el artefacto. Me interesan todas las artes en general, el dibujo, la fotografía, el video, pero todo desde un punto de partida autodidacta. Yo me autoformé como encuadernador y como editor, y ese proceso me permitió y permite darle mi vuelta de tuerca constante a las cosas. Con la autoformación no estás atado a 4 o 5 cosas básicas. Puedes equivocarte y descubrir en el error eso que tenga tu impronta y precisamente vaya a ser lo que te distinga. También aconsejaría desnaturalizar las nociones de cantidad y éxito propias del mercado. Relajarse en términos de mercado industrial, cuestionarlo y proponer una alternativa clara. Para mí el único éxito de un proyecto editorial autogestivo es persistir en el tiempo.
-La revista Esquire tenía una sección que se llamaba “Lo que sé”. Parafraseándola, ¿me podrías decir qué es lo que sabes, o cuáles son las cosas fundamentales para ti?
-Sé que me gusta hacer lo que estoy haciendo y que sueño con muy pocas otras cosas. Sé que con oficio, voluntad y trabajo cualquier persona puede editar sin necesidad de pasar antes por la academia. Solo basta la inquietud personal y el tiempo para que eso evolucione naturalmente. Sé que lo que vamos a hacer es difícil pero sé también que lo vamos a hacer bien, como decía Roberto Arlt, por pura prepotencia de trabajo.
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