Javier Cercas (57) ganó ayer el Premio Planeta, el “gordo” de los galardones que entrega la industria editorial hispana. En este rescate de El Fuego, Cercas habla de la literatura como tauromaquia, del valor, la guerra, su amigo Bolaño, el periodismo y los momentos decisivos: esos que nos convierten en héroes o en ratas.
Por Rodrigo Quiroz Castro /
Publicado originalmente en La Nación Domingo en enero de 2010.
El rostro de Javier Cercas (57) parece la de un tipo al que le han informado sobre la reciente muerte de su perro. Congelado, mira de frente como un fugitivo sorprendido por un soldado en un bosque bañado por la luna. Parece un “cobarde” que avanza hacia la guerra.
Por eso se partió de risa cuando le dije que parecía un tipo feliz en las fotos. No sé a quién tenía en la cabeza cuando escuché la voz cálida del autor de «Soldados de Salamina». Talvez a él mismo pero sonriendo bobamente, con inocencia y distancia, como un perro romántico que observa el mar y las luces de la ciudad con su amigo Roberto Bolaño. Por eso Cercas se cagó de risa. Era absurdo que alguien le dijera desde el otro lado del océano que parecía un tipo feliz.
«Qué maravilla que digas eso joder, me halaga, mejor no voy por Chile porque la realidad puede ser atroz», dice riendo a carcajadas. «No, no soy feliz (ríe) ¿hay alguien que sea feliz? La felicidad es un error, es una pregunta que nos hacemos constantemente, pero es una pregunta equivocada porque la felicidad no existe. Creo en la alegría, eso es lo esencial. Creo en la alegría como adhesión a la realidad sin resquicios. La escritura es alegría, la tristeza es la muerte, pero la felicidad qué coño es. No sabemos y como decía Oscar Wilde, es imposible hablar de la felicidad sin poner cara de idiota. Si existiese la felicidad no me importaría poner cara de idiota, pero es una pregunta que nos formulamos mal», dice Cercas mientras los teléfonos chillan en esta redacción crepuscular.
«¿Si soy feliz? Estoy vivo. Esa es la respuesta. A lo mejor ser feliz consiste simplemente en estar vivo, pero no sé. Soy un muy mal ejemplo, soy muy vascular, puedo estar muy eufórico y al rato totalmente hundido, los sabios deplorarían mi ejemplo», dice.
No, no soy feliz (ríe) ¿hay alguien que sea feliz? La felicidad es un error (…) Estoy vivo. A lo mejor ser feliz consiste simplemente en estar vivo
HÉROES DE LA TRAICIÓN
Javier Cercas es autor de algunos libros ejemplares. «Soldados de Salamina» (Tusquets 2001) y «La velocidad de la luz» (Tusquets 2005), entre ellos. El primero narra la historia del falangista Rafael Sánchez Mazas, quien durante la Guerra Civil española escapa de un fusilamiento masivo perdiéndose en un bosque. Ahí una noche bañada por una nórdica luz de luna, un soldado anónimo lo sorprende. «Aquí no hay nadie», grita el miliciano republicano mientras lo apunta. El texto reconstruye ese instante decisivo donde a Sánchez Mazas le perdonan la vida y en su tercera parte cuenta con el personaje de Roberto Bolaño en un campo de batalla donde ficción, guerra y valor recorren la cicatriz de un veterano gordo como Porcel, poseedor de un tajo que nace en el lóbulo de su oreja y termina en su pantorrilla.
«La velocidad de la luz» es el «Apocalipsis Now» de Cercas con su versión personal sobre la guerra de Vietnam y con la idea general del mal como motor. Su último libro, «Anatomía de un instante» (Mondadori, 2009), fue elegido el mejor del 2009 por los críticos de Babelia, suplemento cultural del diario El País y pone en la mesa de autopsia la memoria de España concentrada en un hecho: el fallido golpe de Estado protagonizado por el coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero, el 23 de febrero de 1981.
Asonada militar que dejó con el alma tiritando a toda la península, desde el Rey para abajo. En medio de la traición fascista, tres hombres resistieron en el hemiciclo del Congreso frente a un grupo de soldados que entraron y dispararon en la sala como si fueran Rambo en ácido o fantasmas del 73 atacando La Moneda. Entre las balas y las babas vociferantes que se escapaban bajo los mostachos de los uniformados, tres hombres no obedecieron el grito de «todos a al suelo».
«Son héroes de la traición. Tres hombres que traicionan sus orígenes totalitarios, familiares, políticos y morales. Uno viene del comunismo, otro es un militar fascista y el otro es secretario general del partido fascista español. Son tres traidores los que traen la democracia a España», dice Cercas quien convierte esa imagen de TV que hoy se puede ver en YouTube, en una suerte de Aleph borgiano. Es decir, en 450 páginas abre una ventana que reconstruye la historia de España en un texto que mezcla magistralmente dato duro y narrativa. Y que confirma lo escrito por Borges: «Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es».
«NO SÉ POR QUÉ ESCRIBO»
José Francisco tenía cuatro años y murió de cáncer en un hospital de Lisboa donde el escritor Antonio Lobo Antunes oficiaba de doctor. Un hombre envolvió al niño en una sábana y se lo llevó. Lobo Antunes, que pese a su dureza de lagarto se había encariñado con el pequeño, vio cómo mientras el hombre se alejaba con el niño en brazos, un pie del pequeño sobresalía y se balanceaba. «Toda mi vida he escrito para ese pie, para un pie que se alejaba, escribimos para los pies de los muertos que se alejan, para que así sigan vivos», ha escrito el portugués.
-Por qué escribes, Javier. Hay algún momento decisivo donde vislumbras tu destino de escritor.
-No sé por qué escribo… no paro de preguntarme por qué lo hago. Por eso mis libros siempre reflexionan sobre la escritura… tampoco sé si hay un hito en mi infancia, talvez el hecho de que sea un desajustado vital… un emigrante. Hay un desajuste que nunca me he quitado de encima, un no saber muy bien qué pinto yo aquí, un no estar ubicado, un desencaje… y si, escribo para resucitar a los muertos como dice Antunes. Todos mis libros hablan de eso. «Soldados de Salamina», «La velocidad de la luz», mucho más «Anatomía de un instante» que habla del muerto más muerto que tengo que es mi padre, quien murió mientras lo escribía. Su muerte me dio la solución del libro. Alguien dijo que «Anatomía..» eran coplas a la muerte de mi padre en 450 páginas, y creo que es el elogio más lindo que he recibido».
No sé por qué escribo… no paro de preguntarme por qué lo hago. Por eso mis libros siempre reflexionan sobre la escritura, talvez el hecho de que sea un desajustado vital… un emigrante. Hay un desajuste que nunca me he quitado de encima, un no saber muy bien qué pinto yo aquí, un no estar ubicado, un desencaje… y sí, escribo para resucitar a los muertos como dice Antunes. Todos mis libros hablan de eso
Para Cercas la literatura y el pensamiento tienen la misma obstinación de la sangre que persiste en sus conductos. «La literatura permite la maravilla de ser otro. Un asesino, una mujer adúltera, un revolucionario o Madame Bovary follando como loca. Si fuera un intelectual diría algo así como que el sistema, los medios de formación de masas, ocultan a los jóvenes la droga más dura que existe: la del pensamiento y la letra. La literatura sí que es una droga, cuando te metes no hay vuelta atrás. No te puedes ir a un sanatorio o a un balneario a que te pongan el tornillo bien. Ya se te cruzaron todos los cables, no hay solución», dice Cercas en YouTube develando los pilares de su obra: la letra como un tesoro que el poder esconde y que en su obra se desgrana mezclando ficción, realidad y géneros como novela, ensayo o periodismo.
«Yo no soy periodista, mi formación es filológica, pero considero que el periodismo es un género literario como cualquier otro, depende de quien lo maneje», dice el español horas antes de participar en una charla sobre periodismo llamada «A sangre caliente» en Casa América de Madrid. Ahí junto a los escritores Miguel Barroso y Santiago Rocangliolo estuvo en una «jam session» en torno a los límites de los géneros con el ejemplo de «Anatomía», un texto que los bordea y los violenta en una narración donde todo está cosido a la realidad a través de una estructura novelesca. «¿Es una novela o no es una novela? Esa es una discusión interminable. Creo que novela es todo aquello que se lee como tal y que nuestra obligación como novelistas es romper las estructuras del género, la novela tiene la virtud de ser infinitamente maleable y flexible. Desde Cervantes hasta hoy la novela ha asimilado géneros adyacentes como poesía, teatro, ensayo, periodismo, historia y «Anatomía de un instante» juega con todas esas posibilidades».
-Y sobre mezclas y posibilidades, cómo ves la salud del periodismo escrito narrativo frente a principios de extinción de prensa escrita a manos de internet, Kindle u otras vainas tecnológicas, pero fundamentalmente frente a la falta de lectores…
-No soy especialista en periodismo, escribo una columna cada dos semanas para El País y cada dos semanas estoy pensando en dejarla. Soy un simple lector de periódicos en papel. No sé si van a durar mucho, seguro tienen que transformarse, tal vez se volverán más elitistas que ahora, no lo sé. Lo que sí sé es que necesitamos buenas historias, bien contadas y gente que nos hable de la realidad. En qué formato, ni idea. El papel va a continuar de otra forma y no creo en el Apocalipsis del periodismo. Nada desaparece, sólo se transforma. Siempre se habla de la muerte de la novela y lo que pasa es que se transforma. Las grandes novelas al principio nunca parecen novelas, algo que no parece literatura lo es. El Quijote no es una novela, es una cosa rara que ha aparecido ahí, lo nuevo siempre te pilla con el pie cambiado. Las buenas historias existen, lo que falta es saber contarlas, encontrar un punto de vista. Lo de Antunes y el pie es extraordinario porque es él quién lo cuenta. Él ve el pie del niño y ese es nuestro mejor modo de entender el mundo. No importa si son ficticias, reales o un mezcla de ambas porque la ficción pura no existe, ni la realidad pura tampoco.
De ese quiltro que nace entre la imaginación y el titular de las 21 horas se nutre la prosa de Cercas. Que desde Madrid siente frío, mientras el recuerdo de Salvador Allende y el sabor de una cerveza compartida con Bolaño salen de su boca. Como dos muertos que vienen por él avanzando con una bandera en la soledad de un desierto.
23 F
El 23 de febrero de 1981 los militares liderados por Tejero entraron disparando en el hemiciclo del Congreso mientras se sucedía el cambio de mando entre Adolfo Suárez y Leopoldo Calvo Sotelo. Con el Parlamento en pleno de guata en el suelo o protegidos tras sus butacas, tres tipos tuvieron los cojones para no obedecer la orden de fuego. Adolfo Suárez, suerte de Aylwin español y primer eslabón de la transición tras la muerte de Franco, no se movió de su escaño. El líder del Partido Comunista, Santiago Carrillo lo mismo. Y un militar detestado por sus pares por su respeto a la democracia también resistió. Incluso el general Gutiérrez Mellado aguantó dos tacles aferrándose a un escaño.
«Anatomía de un instante» lleva el epígrafe «Colui che fece il gran rifiuto». Cercas lo tomó del Infierno del Dante y hace referencia al único Papa de la historia que dijo no al ser nominado. «El gran rifiuto, es el gran no. Este libro habla del gran no de estos hombres que se quedaron quietos en sus asientos mientras disparaban sobre ellos. Estos tipos dicen no, son tres grandes traidores que hacen el gran rifiuto. Para decir el gran no hay que ser valiente. Un hombre libre, dice Camus, es un hombre que dice no. El epígrafe es el corazón de este libro que escribí pensando en Salvador Allende. Adolfo Suárez y él tienen muchas cosas en común: el sentido ético y estético de la política. Ambos hacen de la ética una estética, ambos tienen un sentido trágico, esa sensación de Allende de que antes del golpe ya van por él, también la tiene Suárez. Con todas las diferencias históricas hay similitudes profundas, por eso siempre tuve presente la figura de Allende, como muchos españoles quienes lo primero que pensaron ese 23 de febrero fue en el golpe chileno.
Y como esas imágenes sepia de La Moneda ardiendo grabadas a cátodos y memoria, los segundos captados por Televisión Española aquel día son desde donde Cercas hace antropología narrativa y recuerda la emoción de una acción.
«Que las imágenes han alterado el modo en que percibimos el mundo es evidente, yo no creo que eso vuelva a todo lo que ocurre irreal. Aquello que pasa por TV es brutalmente real y brutalmente irreal. Slavo Sisek dice todo el cine no ha hecho otra cosa que explorar las imágenes del hombre llegando a la luna y el asesinato de Kennedy. El 23 F y el golpe chileno son comparables con esas imágenes. La tele y sus disparos han cambiado nuestra relación con la realidad, ¿cómo?, todavía no lo sabemos.
-Tu libro es el mejor del 2009 según Babelia y en ventas le ha ido muy bien. Incluso un librero de la tienda local TXT manda a decirte que vengas a firmar libros, que tus lectores te quieren mucho…
-Que bien, tengo muchas ganas de ir a Latinoamérica, siento que también es mi patria, es mi lengua. Así que dile al de la librería que cuando esté por allá iré. Y sobre el éxito de ventas y crítica… bueno, el éxito es siempre un mal entendido. Por supuesto me alegro que este libro tan duro haya sido tratado tan bien. Antes de «Soldados de Salamina» nadie me conocía y me parecía muy bien tener mil lectores, que ya me parecía mucho. Así que tener cientos de miles me parece estupendo, pero casi siempre es un mal entendido. Camus decía que el mal entendido empezaba a partir del ejemplar 20 mil, pero creo que se equivocaba, empieza a partir del número dos. En cuanto das un libro a leer empieza el mal entendido y esa es la riqueza de la literatura, un libro no es mejor ni peor porque lo lea más o menos gente o porque los 50 críticos del Babelia han dicho que es el mejor del año. Me alegro, pero eso no significa nada. Cada mañana escribo con los mismos problemas de siempre, no ha cambiado nada. Un escritor es un tipo sólo durante muchas horas al día y durante muchos años escribiendo frente a un ordenador o un papel… nada más.
UNA CERVEZA EN STOCKTON
Stockton es un pueblo inventado o talvez no. Es un pueblo donde el fracaso hiede, las ratas cantan blues y un escritor observa todo y escribe desde un edificio en ruinas donde tristes parejas hacen el amor y luego mueren. «En Stockton no hay oportunidades para nadie, salvo para el fracaso».
Stockton es la clave que une a Cercas y Bolaño, amigo y protagonista de la tercera parte de «Soldados de Salamina». Mientras escribía el libro y trabajaba como periodista, a Javier le tocó entrevistar a Bolaño. Y ahí en el centro de Blanes y luego en un par de bares mirando el mar, la amistad hizo lo suyo, las letras se inyectaron en sus pupilas y el autor de «Nocturno de Chile» dio las claves para que Cercas, que a la sazón anotaba 40 años, terminara «Soldados de Salamina».
Hablaron de héroes: «Un héroe es alguien que se cree un héroe y acierta. Alguien que tiene el coraje y el instinto de la virtud, y por eso no se equivoca nunca, o por lo menos no se equivoca en el único momento en que importa no equivocarse. O quien entiende, como Allende, que el héroe no es el que mata, sino el que no mata o se deja matar… y ahí está hablando por Radio Magallanes, tumbado en el suelo en un rincón de La Moneda, con la metralleta en una mano y el micrófono en la otra, hablando como si estuviera borracho, o como si ya estuviera muerto, sin saber muy bien lo que dice y diciendo las palabras más limpias y más nobles que yo he escuchado nunca».
-De alguna manera Bolaño escribió siempre para salvar a soldados de guerras latinoamericanas perdidas de antemano y fue un apasionado por la guerra, la que estudiaba y “jugaba”, cómo observas el éxito póstumo de tu amigo y compañero de armas.
-Por una parte me entristece porque él no lo ha visto. Es una mierda que haya tenido que morirse para que le pase esto, es horrible, podría haber vivido mejor de lo que vivió, hubiese sido bonito que hubiese visto algo de la repercusión de su obra. Pero por otro lado creo que no hay porque entristecerse, lo mejor que puede tener un escritor es escribir grandes libros, no hay nada comparado con eso, es el mejor premio que puede tener un escritor.
Y ahí está Allende hablando por Radio Magallanes, tumbado en el suelo en un rincón de La Moneda, con la metralleta en una mano y el micrófono en la otra, hablando como si estuviera borracho, o como si ya estuviera muerto, sin saber muy bien lo que dice y diciendo las palabras más limpias y más nobles que yo he escuchado nunca.
-¿Y por qué la guerra…?
-A los hombres nos ha interesado la guerra desde siempre, los hombres amamos la guerra por eso la hacemos. Yo odio la violencia, pero la guerra me apasiona, porque las guerras colocan al hombre en estado de máxima tensión, lo muestran absolutamente como es, la guerra nos desnuda por completo, tipos que parecen cobardes se revelan como valientes y al revés, es una atrocidad absoluta pero es así, lo primero que hace el hombre es cantar a las armas y al varón, dice Virgilio. Los primeros textos hablan de los hombres enfrentados a su destino trágico, la épica es el primer género, la literatura nace para cantarle a la guerra. El siglo XXI lo ha olvidado, ha querido construir «la épica del hombre corriente», que no es tal, porque la épica es la del hombre enfrentado a a sus propios demonios y a un destino trágico, de muerte, de destrucción . Eso es la guerra y por eso nos fascina.
-Existe el valor en estas sociedades de tarjetas plásticas, y tetas de silicona, parece una virtud en retirada.
-Creo que todavía existe el valor que es la máxima virtud humana. Saber decir no, es un acto de libertad. Los tres últimos libros que he escrito son una reflexión sobre eso. Un hombre que interviene en la calle cuando un hijo de puta le pega a una mujer es un tipo valiente. Las mujeres que se levantan a las cinco de la mañana para ir al trabajo y crían a cuatro niños son valientes, porque lo más fácil sería abandonarlos y que les den por el culo, los actos de coraje existen, otra cosa son los héroes.
-Y tú eres valiente…
-¡No!, soy un tipo muy cobarde, lo que pasa es que he elegido una profesión de valientes. Ese es mi problema. Soy enormemente cobarde pero cuando estoy frente al computador no me queda más remedio que ser valiente. La literatura es como la tauromaquia, el escritor no puede ser un torero cobarde. Por eso elegí ser escritor, porque era tan cobarde, tan cobarde y dije bueno, si soy escritor, no tendré más remedio que ser valiente porque el que es cobarde se debe dedicar a otro oficio.
Javier se despide amablemente. El eco de su risa contrasta con los ojos húmedos de algunos compañeros de redacción que ven tristes cómo unas chicas rubias se pierden en Plaza Italia celebrando el triunfo de Sebastián Piñera.
Bolaño le dijo a Cercas: «La realidad siempre nos traiciona, lo mejor es no darle tiempo y traicionarla antes a ella». Yo termino esta nota cuando la redacción de cultura de LCD se llena de aroma a café.
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